Desde hace algún tiempo, he escuchado a muchas mujeres compartir sus sentimientos al mirarse al espejo. Son sensaciones incómodas, que reconozco y comprendo. Algunas testimonios que resuenan son:
«Después de mi embarazo, subí unos kilos y, a pesar de intentarlo, no he podido bajarlos. Antes me gustaba cuidarme y arreglarme, pero ahora la motivación parece haberse esfumado.»
«Nunca he estado satisfecha con mi cuerpo. Ahora, con el paso de los años, los cambios físicos son innegables, y siento que me distancio aún más de la aceptación personal.»
«He creado un ‘uniforme’ para pasar desapercibida en el trabajo. Cuanto menos me vean, mejor.»

Aquí no se trata de enumerar las inseguridades que nos asaltan. El enfoque debería ser encontrar una nueva perspectiva sobre nosotras mismas. Te comparto cómo lo veo:
Para que un cambio de imagen sea duradero y no se limite a las cinco semanas de un programa, necesitamos tratar nuestro cuerpo como lo que realmente es: nuestro templo. Es un proceso de restauración profunda.
Con más de diez años de experiencia como arquitecta urbana, ahora me dedico a ser una arquitecta humana. Al iniciar un programa de cambio de imagen, lo abordamos con la misma meticulosidad que se le da a un proyecto arquitectónico: empezamos desde los cimientos.

La autoestima, la autoaceptación, la autoconfianza y el amor propio son pilares fundamentales. Aunque suelen confundirse, cada uno de estos conceptos está vinculado a distintos niveles de integración en nuestro ser y subconsciente. Muchos de estos sentimientos podrían haberse formado antes incluso de nacer. Restaurarlos puede parecer un desafío; sin embargo, es, sin duda, un acto de valentía y amor propio.
No se trata de repetir afirmaciones positivas frente al espejo. El verdadero cambio se logra con acción. Un día, decides que mereces una mejor imagen y, con valentía, te inscribes en un curso. Aprendes las claves para alcanzar tu imagen deseada, pero no permites que el ego te susurre dudas como: «¿Realmente creo que puedo verme así?» o «¿Merezco ser vista y admirada?» Estas son las voces que muchas de mis clientas me confiesan haber escuchado tras un curso. Tenían el deseo de vestirse mejor, pero las inseguridades los llevaban de vuelta al punto de partida.
Pero hay una buena noticia: la imagen y la autoestima son gemelas. Si una avanza, la otra también prospera.
He aprendido a anticipar este momento, y en cada módulo creamos espacios para dialogar sobre los obstáculos que enfrentan en su camino hacia el avance. La teoría siempre resulta fácil de comprender, pero la práctica y la decisión de mejorar son el verdadero reto. Resumidamente, aquí están los pasos que trabajamos para fortalecer los cimientos de su autoimagen:
- Tomar acción, incluso cuando las dudas amenazan con desanimarnos. Es la única manera de mostrarle al ego que estamos listas para invertir en nosotras mismas.
- Tener un plan B para nuestro atuendo, para no caer en viejas costumbres cuando lo que habíamos planeado no resulta.
- Demostrarse respeto a sí mismas cada día eligiendo el atuendo que mejor se alinee con la agenda del día.
- Llevar un diario visual, un book de estilo con los atuendos que las hagan sentir fuertes, valiosas y hermosas. Consultarlo en momentos de bajón puede ser una forma sencilla y efectiva de reencauzar la confianza en ellas mismas.
Cuando atendemos los cimientos que sostienen las columnas de una imagen bien trabajada el cambio se vuelve más sólido. A medida que transformas tu exterior, también sanas tu interior, porque te muestras respeto, te das el tiempo que mereces, y comienzas a valorar tu persona, reconociendo que mereces rodearte de toda la belleza del mundo, empezando por la tuya misma.
Con cariño,
Tu Asesora de Imagen, Ivonne.

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